En cualquier casa de Pe Erre ahora mismo se está preparando la ensalada de papa con la receta que tití no quiere decirle a nadie, mientras que una mamá le da los últimos toques a ese arroz con dulce, que es tan anhelado por la familia como los chamaquitos esperan por los regalos de Santa Claus.
El pai tuyo anda mirando el lechón en la varita con el mismo expertise que Chef Piñero analiza unas alitas caramelizarse a fuego lento, el tío empezó a presumir la colección de pitorro que adquirió en el bajo mundo, y tu prima está dejando descansar la faja porque hoy le vamo’ a dar a esos sandwichitos de mezcla hasta que el corazón se rompa.
Esta noche la brisa en Pe Erre se siente diferente, los extraños se dan un “felicidades” como si fueran amigos de toda la vida y las estrellas brillan más bonitas porque esto NO es Macondo, pero aquí también suceden cosas tan mágicas que la aburrida lógica no puede entender. El viento carga el aroma del arroz con gandules, los vecinos van ensayando con la pirotecnia que está lista para ser la protagonista de la noche, y sonará en el radio “Bombazo Navideño 2″ con el festivo ritmo que le saca el swing hasta a la persona que tuvo el peor de sus años.
Hoy nuestros tronos son las sillas plásticas blancas, la ropa tendrá trazos del cielito lindo, la mayonesa de la ensalada de coditos nos perfumará la piel y vamos a matarnos en la raya diciendo chismes de to’ el mundazo. Frente al árbol de Navidad la sangre se fundirá en un abrazo, y es en esta noche que la nostalgia nos hará recordar cuánto nos queremos.
Y cuando las Medallas pasan de la boca al corazón, pensaremos en la abuela -la verdadera campeona- que cocinaba las habichuelas más ricas del mundo, y recrearemos los mismos cuentos de cuando llegábamos de la escuela y ella tenía los platos ready pa’ alimentar a su amada descendencia. Además, le damos nuestros honores al abuelo, pues fue él quien nos enseñó que hay que joderse por lo de uno, y que nos dio la lección de que un regaño puede ser un gran gesto de amor.
También recordaremos a esos familiares que ya no están en este plano terrenal, esos que nos dejaron con un dolor incurable al marcharse pa’l barrio celestial, y a quienes aún extrañamos con todo nuestro corazón. A veces miramos pa’l cielo intentando ver sus rostros en la Luna, y con un sentimiento que no podemos describir sabemos que nos cuidan desde el otro lado; darles un abrazo no es posible, pero ellos siguen vivos entre nosotros. En Pe Erre nadie muere, aquí siempre mantenemos el recuerdo de los nuestros porque descubrimos que la verdadera inmortalidad no es física, sino que los tuyos nunca te olviden.
Según las horas van pasando, sacamos un rato pa’ acordarnos de esos que cruzaron el charco buscando un mejor porvenir, con el corazón encogido nos damos un shot deseándoles que alcancen todos sus sueños y le pedimos a Dios que ojalá las cosas mejoren en la isla, ya que aún tenemos la ilusión de que los nuestros vuelvan a casa. Y si no regresan a este cien por treinta y cinco del Caribe, haremos los lazos necesarios para que sepan que no vamos a soltarlos -sin importar donde se encuentren- porque la patria siempre estará donde la familia se encuentre.
Ya cuando el sentimiento te empieza a estrujar el pecho, aparece la tía preguntando si te gustó la ensalada de papa que con tanto cariño preparó, y para saciar su sed de halagos, le dices “tití, guárdame un poco pa’ llevarme en un Tupperware”. Los primos con los tíos se baten en un ruidoso duelo jugando dominó, tu papá -ya borracho- se apoderó del karaoke, mientras la matriarca de la casa vigila que todos estén bien comidos. Miras a todos lados, inhalas paz y sonríes lleno de ilusión; como dijo Rubén Blades: “familia es familia, y cariño es cariño”.
A ti que lees esto, y que tienes la dicha de compartir con tu gente, no minimices las bendiciones que te regala la vida. Abraza a tu viejo, dale un besito a güela, y dile a mami que sus brazos son tu lugar favorito. Menciónale a tu prima que la ropa le queda cabrona, confiésale a tu hermana que es ella la persona que más admiras, y exprésale a ese hermano lo orgulloso que estás de él; juega -como cuando eras niño- con tus sobrinitos, porque ellos serán los encargados de seguir la tradición.
Aprecia esos pasteles -y cómetelos con ketchup si te da la fokin gana-, cierra los ojos cuando pruebes el coquito y agradece lo que tienes. Los seres humanos tenemos el mal de dar por sentado lo que tenemos para anhelar un futuro incierto, sin saber que el mayor de nuestros tesoros está más cerca de lo que pensamos.
Toma de la mano a tu esposa, dile al oído lo mucho que la amas y muéstrale tu gratitud a Dios por poner en tu camino a una gran mujer. Agarra por la cintura a tu marido, apriétale los chichos pa’ vacilarlo porque le está dando duro al pernil, y recuérdale lo importante que es para ti. Observen tranquilamente las lucecitas navideñas, que como luceros de buenas vibras anuncian la llegada de nuevos recuerdos; aprecien esa estampa con toda su alma, pues nada asegura que se vuelva a repetir el próximo año… porque no podemos ignorar el hecho de que la vida es solo un instante.
¡Feliz Navidad, corillo! Hoy es Nochebuena… la noche más bonita del año.