La misma esencia con propósito distinto: una antigua escuela es transformada en agencia de adopción
En las frías mañanas del campo, entre los cantos de los coquíes y los gallos, siempre me encontraba en un eterno sueño hasta que el sonido abrupto de la puerta abriéndose me despertaba junto a la voz soñolienta de mi madre; era momento de prepararse para ir a la escuela.
Allí, en la escuela elemental José De Diego, en Quebradillas, fue el lugar donde me vieron crecer desde los 5 hasta los 11 años. Toda mi niñez quedó plasmada en el lugar donde casi todas las tardes llovía a cántaros y las correntías dejaban mojadas las medias y los zapatos.
Desde que salí de esos portones pasaron cuatro años y surgió la noticia de que varias escuelas serían cerradas; una de ellas fue la que me formó. El lugar donde rebosaba la enseñanza y las risas quedó cerrado indefinidamente.
Cada vez que atravesaba la zona me llenaba de nostalgia y tristeza. Fueron tantas las experiencias registradas en ese lugar, y pensar que otros niños no iban a vivirlas, me conmovía. Poco a poco, la escuela perdió su brillo, las hojas caían constantemente sin que nadie jugara sobre ellas, las paredes y el suelo anunciaban su abandono.
En 2019, ocurrió lo inesperado: comencé a ver movimiento en la zona y se transformó en una agencia de adopción. Desde ese momento, mi tristeza se tornó en alegría. El deseo de conocer más allá de lo que podía percibir continuaba en aumento hasta que finalmente tuve la oportunidad de visitar lo que fue mi escuela.
Ese día nublado y lluvioso, como casi siempre solía estar, me transportó en un viaje en el tiempo. Sentí que había regresado a mi niñez. Al llegar, estacioné mi auto en el mismo lugar que mi madre me dejaba y me recogía. Jamás pensé que ya siendo adulta volvería a entrar al recinto.
Al pisar las facilidades, revivieron los recuerdos en mí. Rápidamente contemplé que los cambios eran muy notables, pero la esencia sigue viva. Me dirigí hacia las escaleras donde estaban los salones de primer y segundo grado, y vino a mi memoria mis travesías tratando de llegar al tope con el pesado bulto de ruedas.
Llegó la persona que me mostraría el lugar, y quedé sorprendida. Quien estaba frente a mí era el padre de un compañero de clases que tuve en esa misma escuela. Se trata del director ejecutivo de Adoptando en PR Inc. y del Centro para la Restauración Emocional y Espiritual (CREE), Josué Cáceres Hernández. Junto a este estaba el director operacional de Adoptando y CREE, Jean Carlos Colón Rosario.
En lo que fue el salón de Educación Física, me contaron que Adoptando en PR Inc. es una organización sin fines de lucro con base cristiana que comenzó operaciones en 2015 y se estableció en la escuela en 2019 gracias a una alianza con la entidad Send Relief Ministry, quienes se dedican a proteger niños y familias y fortalecer comunidades. No obstante, la agencia de adopción, desde 2023, mudó sus oficinas al municipio de San Juan y, en Quebradillas, tienen parte del equipo administrativo.
En 2022, también incorporaron a CREE, que es un hogar temporero para niños enviados por el Departamento de la Familia. La antigua escuela tiene bajo su techo desde bebés hasta niños de 12 años. Actualmente, residen 14 menores, y su capacidad es hasta 15.
Sin duda alguna, el lugar guarda un gran valor sentimental que muchos atesoran y uno de ellos es Cáceres Hernández. Es padre de cuatro hijos y todos estuvieron en la antigua escuela. Sin embargo, el menor de ellos fue distinto. Este llegó a CREE a sus 10 años y se robó su corazón. Mientras me contaba la historia del niño, fue muy fuerte el contener las lágrimas. Me mostró fotos de cuando llegó al hogar, su mirada contaba cuán dura había sido su vida a tan corta edad. Luego, pasó a enseñarme cómo se encuentra actualmente y sus ojos cuentan otra historia. Finalmente, forma parte de una familia que lo ama profundamente.
Colón Rosario destacó que, en Puerto Rico, hay 2,200 menores en el sistema (en el Departamento de la Familia), de los cuales solamente 146 están liberados de patria potestad para ser adoptados. “Estamos hablando de menos del 10% de niños que están liberados para ser adoptados, y de esos 146, la mayoría son niños mayores de siete años con condiciones físicas y emocionales”, detalló.
Al escuchar esto, mi corazón se conmovió, pues hay demasiados niños que necesitan una familia que los ame, pero lamentablemente la mayoría debe esperar determinaciones legales para tener un mejor estilo de vida.
Colón Rosario incentivó a que tomen otras escuelas abandonadas para crear hogares temporeros porque “pueden transformar no solamente el espacio sino la comunidad y la sociedad… yo creo que esto es algo que, si se hiciera alrededor de la isla, puede bendecir en gran manera a Puerto Rico”.
Al salir del lugar, se cerraron los portones y regresé a mi auto. Allí, mientras procesaba todo lo ocurrido, mi corazón latió con la satisfacción de que mi antigua escuela elemental fue transformada para un mejor propósito: ayudar a la niñez en mayor necesidad.