A los papás que me criaron

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Sobrinitos, hoy es el tercer domingo de junio, y no es hasta que tu madre te lo recuerda que caes en cuenta que es “el día de los padres”. Esta festividad es olvidada por la mayoría de los boricuas, quienes están más pendientes a festejar el cinco de mayo en Chilis bebiendo Margaritas a 2X1. De hecho, en Puerto Rico el “Father’s Day” es menos celebrado que el cumpleaños de Ricky Rosselló… y no culpo a la gente porque la verdad es que -a diferencia de las mais- hay un moooooooontón de estos muchachones que se creen que ser papá solamente es darle el apellido a la cría, subir fotos a las redes haciéndose “el pai luchón” y pasar el mínimo de ASUME; ah, y pa’ joder, pagan la pensión atrasá.

Mientras yo crecía siempre escuchaba que el rol del papá se limitaba a ser un no maltratante buen tipo que al menos sacara a las crías a dar una trilla los domingos. En verdad, no se esperaba mucho de ellos, más allá de sufragar las deudas a final de mes. Eran otros tiempos, en donde las mujeres solteras con más de treinta “eran jamonas”, a los varones no se le permitía llorar, y los valores tradicionales como “el trabajo duro” y “ser el proveedor de una familia” no eran dignos de admiración, sino algo que te tocaba si eras “un hombre de averdura”. Yo soy un 90′s kid, y a lo largo del proceso conocí tipos que no encajaban en el molde del típico c*br*n que se comportaba como la mayoría de los hombres. Uno de esos tipos era mi Papá.

Yo no soy una persona que sirve para mentir -mi hermana Alys lo sabe desde que corría teresina en chancletas por Caobos-, y tengo que decir que papi era la estaca donde se amarraban los vagos. Mi pai odiaba más el trabajo que un esclavo africano -de ellos se entendía-, y aunque era penepé, tenía la mentalidad del Movimiento Victoria Ciudadana: “aquí no estamos pa’ coger sol ni pa’ levantarnos temprano… aquí no venimos a jodern*s mucho”. Alejandro -a quien apodaban Jando, y que nació y se crió en la seis del barrio Bélgica en Ponce- era un acérrimo fan de la salsa que le gustaba darse la cerveza, mientras escuchaba a Frankie, Lavoe, Gilbertito, Cheo y Andy, limpiando un abanico de pedestal con el mismo saoco que si estuviese en el chinchorro de la esquina.

Papi era sentimiento, incansable saborrrrr y sandungueros pasitos cortos porque -aunque en la pista de baile se desplazaba con el swing de Piculín en la cancha de basket- la realidad es que físicamente era bien bajito; el pie de mi pai apenas alcanzaba las cuatro pulgadas, pero no crean que “lo tenía chiquito” porque eso es un mito… by the way, yo pienso que mi hermano mayor era el pipí de papi. Lo sé porque los papás de esa época disfrutaban botar la basura solo vistiendo calzoncillos blancos y calzando medias con chancletas… y papi era uno de ellos. Todos mis vecinos lo vieron semidesnudo, y habían rumores de que la criatura que tumbaba drones en las madrugadas era el pipí de Jando.

Anyway, la cosa es que mi padre era el tipo más humilde, amigable y ‘low key’ que he conocido; el cabrón fluía con la marea -cosa que yo no heredé-, pero algo respetaba muchísimo de él: mi hermana no es su hija biológica, pero papi hizo lo posible para que en casa eso no fuera un issue, ni existieran preferencias. Recuerden que eran otros tiempos machistas, y entre Alys y yo nunca hubo diferencias: los dos estábamos equitativamente jodíos. Mentira. Mi papá siempre habló de Alys con un inmenso orgullo, esa era su hija mayor (y la favorita), y al ver el brillo en sus ojos cuando presumía “lo brillante que era su nena”, me enseñó que los lazos no se forman de la sangre, sino del amor. Papi también a su vez tuvo un padrastro que lo cuidó cuando era un chamaquito… y él repitió lo que aprendió… y también me enseñó a mí a serlo; ya llevo once años en esa tarea, y dejo claro que los hombres de estos tiempos también intentamos replicar las cosas bonitas con las que crecimos.

Papi, te fuiste en el 2020 y aún tengo muchas cosas que sanar contigo, pero estoy agradecido de esas tardes de sábado en la barra de Anacagüita -vacilando con los muchachos frente al río Portugués- donde me enseñaste a ser un socio más en el barrio, y mientras tú te dabas la Budweiser, yo le metía al Coco Rico, a la misma vez que “Dime por qué” de Maelo sacaba los pasos prohibidos. Yo no soy como tú -a veces quisiera serlo pa’ no vivir con tanto estrés-, y ojalá estuvieses aquí pa’ que vieras cómo lo estoy haciendo. Papi, gracias por enseñarme que siempre hay que mencionar el sitio de donde venimos con orgullo… pa’ que los demás sepan, y pa’ que nunca se nos olvide. 🖤

A mí La Vida no me dio lujos ni muchas cosas materiales, pero me dio un Tío -quien no tenía ni una oncita de mi ADN- que se llamaba Antonio “Tony” Maldonado. Ese tipo era la encarnación del humor negro, no se estaba quieto nunca, era un workaholic, presumía su pelo como Chicky Starr con el campeonato Medalla en la mano, y adoraba hacer fiestas en su casa. Con Tío aprendí que se puede janguear y tener aventuras memorables con la familia. Recuerdo como ayer la vez que nos barrimos en una Champ por las mojadas curvas de Ciales de camino a un camping. Luego de la vuelta de 360 grados -multiplicado por tres-, desde el asiento del chofer Tony se viró, me preguntó “¿estás bien?” como si nos hubiésemos caído de una bicicleta, y mi pai le dijo “no hay sangre, vámonos”.

Por poco encontramos La Muerte, pero esos dos cabrones estaban locos por llegar al sitio para ponerse a beber cervezas… aunque pa’ ser honestos, a mi edad actual yo hubiese hecho lo mismo. Mi tío -quien me enseñó que la juventud radica en vivir todos los días como si fuera el último- también me mostró que uno siempre tiene que pararse por su familia… hay que trabajar duro pa’ que a ellos no les falte na’. Tío me dio lecciones de pasar trimmer, secar la Champ con periódicos pa’ que no se le fuera la pintura vieja, que los hombres lo mismo cocinan y pasan mapo, y a cuidar a los tuyos sobre todas las cosas.

Tony rompió los roles de género sin pat*rías -con él fue que supe que el Patriarcado también usa chancletas-, y lo hizo con acción y poco “bla, bla, bla”. Todos los días yo lo recuerdo, me persigno, y digo “Tío, espero que no estés cogiendo mucho calor allá abajo”. También le doy gracias a Dios por ponerme a un caballote como profesor de lo que un buen tipo tiene que ser. Tío es mi role model favorito (tengo varios)… y espero beberme una cerveza con él allá abajo en el infierno, como las que nos dábamos en el calentón de Playa Santa pa’l 2007 cuando yo me iniciaba en la más difícil de las misiones: ser papá. 🍺

Entonces, en el camino me crucé con Jorge, el abuelo de mi hija. Cuando lo conocí sentí la presión de una entrevista que incluía miradas de guardia penal y juegos mentales, y allí estaba yo como el protagonista de “Meet the parents”, en el que el suegro me invitaba “a comer un sandwichito” para estudiar mis intenciones con su pollita. Poco a poco, me lo gané; creo que dentro de todas las circunstancias -y aún con mis cejas finitas de caco dosmilero-, vio que yo era un tipo bien parecido a él.

Jorge estuvo ahí cuando literalmente me estrellé contra una pared de cemento en la #132, No solo eso: puso su nombre como garantía y me ayudó a reconstruir lo que en mi borracha irresponsabilidad había jodío … parece que el cemento nos iba a unir porque meses después hicimos lo mismo para el nido que su hija y yo estábamos haciendo en su terreno. Siempre que pienso en ese season creo que yo era como Chevy llegando al campo… y honestamente no sé cómo Ito permitió que ese loquito llegara a su templo. 🦍

Jorge me enseñó con paciencia y amor paternal, y aunque este adjunteño es un agente de la Ley y el Orden, en su hogar era un oso lleno de cariño. Aún extraño las tardes en que jugábamos billar en la marquesina, algunas veces ni hablábamos mientras le dábamos al mingo -y yo sabía que le pasaba algo-, pero el silencio era lo que necesitábamos para aclarar nuestras mentes. Este señor me apoyó cuando me quedé sin trabajo, me abrió las puertas de su casa haciéndome sentir que al fin pertenecía a un lugar, y hasta el sol de hoy me ha tratado como a un hijo. Jorge, algún día quiero ser la mitad del buen hombre que eres, y cuando tenga tu edad quisiera mirar con orgullo a mis pollitos -como tú- y saber que todo el esfuerzo valió la pena.

Y cuando las musas comenzaban a bailar conmigo en La Letrina -mientras yo intentaba darme a conocer por mis escritos irreverentes-, apareció este varón que una vez hizo una promesa con La Vida de devolverle lo que ella una vez le regaló. Hace muchos años, un escritor ayudó a Cano -mi papá carolinense- y él se encargó de buscar a alguien para regresar el favor. Cuando mágicamente me topé con este salsero de siete pies, él cumplió su promesa ayudándome a salir del hoyo… porque lo más valioso que tenemos los hombres es la Palabra. Este molleto se convirtió en mi ángel de la guarda, pero era el ángel más demente de todos porque lo mismo me salvó de problemas económicos (“¿dime cuántos papeles necesitas, bebo?”), que ponía mi vida en riesgo al invitar a pelear a un corillo de borrachos en el Día Nacional de la Zalsa, mientras yo solo pensaba cómo podía noquear a uno de esos retardaos empericaos que me doblaban la estatura.

Andar con Cano es sentir la confianza en que andas con el pai tuyo que resuelve cualquier problema, pero lo mismo le da con guiar una Caravan a 90 millas por la Ruta 66 escapando de unos guardias municipales de Canóvanas. ¿Saben algo más? Cano es militar retirado (solo imaginen a Major Payne), así que cuando hace locuras -como levantar a un enano como si fuera un niño en el Vidys- sonríe porque sabe que será absuelto en cualquier tribunal.

Con él aprendí que se puede ser genialmente desajustado, y aún así adorar y proteger a tu familia. Cano es volátil, pero es brillante, y él no sabe que una de las muchas lecciones que me dio es que el dinero es solo un recurso pa’ hacer que las cosas pasen, pero no se puede vivir aferra’o a eso porque pa’ la tumba no nos llevamos un carajo. Contigo supe que se puede hablar de nuestras dudas existencialistas, de esos miedos que nos atormentan la chola, y fuiste tú el que logró que yo dejara de ser un amargado agnóstico para ser un creyente del Barbú en el cielo. Cano, aún tengo pesadillas con la vez que dijiste en El Bonanza que “yo era fan de DJ Luian” y por poco me prenden, pero siempre estaré agradecido porque sé que puedo coger el teléfono -y aunque no hablemos tanto como antes- me vas a responder la llamada a cualquier hora. 🫡

Corillo, hoy quise sacar el rato pa’ darle un homenaje a los gallos que me formaron, a esos tipos perfectamente imperfectos que con sus virtudes y sus defectos pusieron su granito pa’l tipo que soy. Sigo aprendiendo, observando a todos los papás a mi alrededor, y tengo que decir que -a pesar de que siempre se habla de los malos-, hay un montón de padres buscando hacer las cosas bien pa’ sus crías. No los martillen a todos como si fueran iguales, pues aunque es taquillero hablar de los irresponsables, también hay que aplaudir a los que meten mano pa’ que el modelo se siga replicando.

Los papás modernos son otra cosa, y me consta, así que estas letras también van por Luis -mi cuña’o- que es el papá más divertido del mundo; por El Terri, que te frontea con el mejor de los blin blin: la familia. Por mi hermano Eric, que cambió su brújula para buscar lo mejor pa’ su gente, y por mi hermana menor Omar -aka OmiToti El Estéril-, que pensaba que el gü*v* no le servía y ahora es el orgulloso padre de dos bellezas. Por mi compay Kike, quien me dio las primeras lecciones de paternidad a los 23 años, por mi hermanito Corti, quien demuestra día a día lo mucho que ama a su tribu, a mi hermano mayor Carlos -se me olvidó decirles que así mismo (Carlos) le decíamos al pipí de Papi- que cada viernes me recuerda que noJotros somos los leones que protegemos nuestra manada, y a mi cuña’o Karim, que me regaló otra hija al darme a mi primera y única sobrina.

Caballeros, levanten sus cervezas y tragos, olviden los regalos de última hora que les compraron, y siéntanse orgullosos de su respetable labor. Hoy es nuestro día… y solo queremos beber y comer para celebrar lo buena que La Vida ha sido con nosotros; hoy brindo por los papás que me criaron y por todos esos tipos que se fajan por sus bebeses.

¡Salud, coño! 🦍✏️🍻

PD: mera, obvio, no iba a olvidar a mi papá literario: Alexis Sebastián. Cuando tenía dieciséis -pa’l tiempo en que vivía en “la 16″- comencé a leer a este tipo, que fue mi influencia a la hora de meterle al lápiz, y que me enseñó que en las letras se podía hacer lo que te diera la gana. Cuando yo tenía 26 años y escribía en mi blog, Alexis leyó mis letras y me dijo “usted es un escritor”, y nadie entenderá lo mucho que eso significó pa’ que yo cogiera vuelo. Once años después, hicimos “El odio en los tiempos de la cuarentena”, y creo que nuestra relación se resume en este libro.

El odio en los tiempos de la cuarentena

Un padre y su hijo adulto se ven forzados a compartir la casa durante una extensa cuarentena. El desprecio que comparten causará una serie de situaciones que escalan sin control. Pronto estarán lidiando con un criminal demente, policías exhibicionistas, una chica de muslos gordos, un gato perdido, un instrumento místico, cirugías caseras, duelos de armas, una vecina china con mal temperamento, un artista confundido por matón, cursos sexuales, violencia, sangre, y todas esas cosas que hacen la vida tan maravillosa.

Esto es un “experimento literario”, en el cual los escritores fueron turnándose los capítulos sin nunca haber acordado cuál sería la historia. El producto final es la novela corta más descabellada que se pueda imaginar. 🤜🤛 #PatoElQueLoLea