La casa de Maripily: humor para gente limitadita

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Este fin de semana, cientos de puertorriqueños abarrotaron El Centro de Bellas Artes Luis A. Ferré para ver “La Casa de Maripily”. Este “espectáculo” es protagonizado por María del Pilar Rivera, persona que unió a los puertorriqueños más de lo que podría soñar cualquier atleta olímpico, pues ella practica el deporte favorito del puertorriqueño: El Bochinche.

También contó con la participación de JC Martinez, si no sabes quien es, pues es el muchacho que dice que es “padre soltero” en “Raymond y sus amigos”. Otra actriz del patio es Norwill Fragoso, quien junto al JC hace de los amigos (o algo) de María del Pilar, y que la visitan justo cuando llega de hacer el programa ese. Los otros participantes son Clovis, Romeh y un tal Alfredo Adame.

En mi vida había visto un “cash grab” tan descarado. La obra se trata de María del Pilar contando por vez número 7,945 lo mismo que ha dicho en cuanto foro le han dado espacio, que son todos. No tiene una historia como tal y eso deja al descubierto lo chapucero que es Miguel Morales al escribir. En medio de la obra se sentía como estiraban el chicle con preguntas que María del Pilar ha contestado una y otra vez, o haciendo que el público repitiera la misma frase (“¡voto perdido!”).

Miguel Morales se sentó y escribió ese libreto con el mismo empeño con el que escribe los sketchesde “Raymond y Sus Amigos”: ninguno. Un sketch de ese programa vive de 1) hacer que el público repita frases (“¡fuera de lugar!”), 2) de traer un invitado a hacer un papel pequeño que no pide mucho de ellos, y de 3) improvisar/meter las patas para reírse y que el público se ría de lo chapuceros que son. Esos tres pilares de la comedia de Miguel Morales están ahí.

Lo que resulta imperdonable es la vagancia al escribir, y eso es culpa de Bejuco. Como escuché a alguien decir al salir, “parece que Miguel metió todos los chistes que Raymond Arrieta le dijo que no cuando entregó el borrador para un programa”.

Ese señor puso todos los chistes gastados que pudo encontrar, entre ellos:

1) “Yo me tiré a mi primo, porque los primos se exprimen”.

2) “Un pecoso fue a donde un cura y cuando le preguntaron sin peca, él contestó “hasta en el c**o”.

3) “Yo soy más fácil que la tabla del cero”.

4) “Él tiene un six pack y yo un padrino”.

5) “Las tienes tan grandes que cuando llegas, ya las t*tas estaban hace 15 minutos”.

Eso no se puede calificar como otra cosa que no sea una falta de originalidad, inventiva y de intento. Si le hubiese puesto al menos 10 minutos de su tiempo, podía sacar unas versiones de esos chistes que fueran A) NUEVOS B) Más acorde con la obra. Muchas veces los escritores son como los boxeadores. Los boxeadores con el tiempo pierden los reflejos y la fuerza; los comediantes la gracia -si es que alguna vez la tuvieron- y los punchlines.

Desde Naruto no veía algo con tanto relleno, y es que esto duró dos horas, pero se pudo acabar en cinco minutos. Esto es tan chapucero, que se copió el final del juego de Mario de Super Nintendo, donde el final es lo que los gringos llaman un “cop-out”, un guionazo que solo acentúa la vagancia del escritor.

La gente se rió muchísimo. Se lo atribuyo a que son como las ovejas, no suelen hacer/escuchar chistes, estuvieron sordos hasta antes de entrar a la sala y desconocían de ellos, o que pagaron caro, y se iban a reír a la buena o la mala. Yo fui porque me regalaron la taquilla, y si lo hubiera sabido, declinaba la invitación como lo hicieron las siete personas que le dijeron que no antes que yo. Me reí en varias ocasiones, pero fue con lo que no tenía las huellas del libretista de la cara dañada por los barros.

María del Pilar lo hizo excelente, y se notaba que estaba disfrutando. Los miedos de que se le olvidara lo que iba a decir fue infundado, ya que sus ensayos para la obra consistían, como ya dije, en contestar en entrevistas las mismas preguntas que formaron el libreto. De igual forma, Clovis y Romeh no son actores y sus participaciones fueron cortas, lo que ayuda a tapar un poco que estaban allí improvisando o siguiendo unos pointers mínimos, tal como un invitado del show del enemigo #1 de Retinol y del jabón para el rostro. No puedes pedir peras al olmo, ni a personas que no son actores que arreglen el desastre del libretista.

Norwill y El Padre Soltero también lo hicieron bien, pero de ellos esperaba más. Norwill es una caballa (¿o debería decir yegua para no ser machista?) de la actuación. Debió cambiar esas porquerías de chistes de Miguel. Parece que JC ya está tan acostumbrado a la chapucería de la comedia televisiva del director de la obra, que ni lo piensa al recitar sus líneas.

No todo es malo. Haber traído a Adame fue un acierto, y su intervención (la más larga de los miembros de LCDLF) salva lo que de otra manera sería una presentación mucho más insípida. Le puso su chispa, lo que hubiese esperado de Norwill y JC, quienes se conformaron con simplemente hacer de la amiga gorda y graciosita, y de Bebesauro el gay extravagante y llamativo.

El espectáculo incluía unas celebridades invitadas para un “posicionamiento” que cambiaban en cada función. A la mía asistió Sonya Cortés y Chente Ydrach. Demás está decir que Sonya es un tesoro nacional y Chente, aunque no podía superar las loqueras de Sonya, se la jugó bien para clav*r a María del Pilar en el posicionamiento.

En fin, esta obra es un espejo de cómo está el mundo. La gente hace chapucerías, no quieren pasar trabajo, y después cobran por ello como un premium. Yo he visto obras en el teatro de Hatillo y de #CamuyEsUy con mejor guión que este, y no cobraron un cuarto lo que estos ni tenían los auspiciadores que tuvo el descarado de Bejuco.

Miguel Morales no se echó ni 15 minutos escribiendo eso, y si se tardó más, es porque ya no le quedan ideas, ni siquiera trilladas. Lo que tiene son “dad jokes” y chistes que ya eran viejos cuando despuntaba en “Lo Que Cuenta este País” en el 1990.

La MORALEJA de esta experiencia es que “más malo que un libreto de Miguel Morales” es una frase que debería pasar a formar parte del léxico boricua.